Por Héctor Casanueva, Ex Embajador de Chile ante la ALADI y el MERCOSUr. profesor de RRII y Cooperacion para el Desarrollo.Héctor Casanueva
E n los últimos 25 años se han producido grandes avances en integración comercial, al punto que el 90% del comercio de bienes entre los 12 países de la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi) está liberalizado. Las cuestiones arancelarias ya no son el problema, sino cómo lograr el aprovechamiento de la liberalización, generar capacidades para agregar valor a los productos, ampliar y diversificar la oferta exportable y crear un contexto macroeconómico estable y predecible.
A un país como Chile, pese a sus indicadores de competitividad y una economía en crecimiento, su entorno (como nos recordara en Santiago, hace unos meses, Michael Porter) lo condiciona necesariamente. ¿Cómo lograr que la retórica integracionista que recorre nuevamente la región se traduzca en avances efectivos para hacernos más competitivos individual y colectivamente? En Cuzco, cuando se puso en marcha el proyecto de la Comunidad Sudamericana de Naciones, Chile insistió en la necesidad de darle una base real, construyéndola sobre los esquemas y las instituciones existentes y avanzando en realizaciones visibles. Parece que el camino está, como lo plantearon Monet y Schumann en Europa, en crear "solidaridades concretas".
En nuestro caso, eso último significa focalizar la integración de manera realista, orientando ideas, esfuerzos y recursos en cuatro áreas. Una, infraestructura, para lo cual ya existen en el marco de la Iniciativa de Infraestructura Regional Sudamericana, Iirsa, un total de 335 proyectos identificados, de los que 31 están en marcha hasta el 2010. A través de esta iniciativa se concretarán los 10 ejes viales de la integración, cinco de los cuales incluyen a Chile. Similar emprendimiento existe en el denominado Plan Puebla-Panamá, desde el sur de México hasta Panamá, que debería ensamblar con el Iirsa para constituir un verdadero sistema circulatorio y nervioso de la región.
Otra área es la energética, lo que comprende producción, transporte, distribución y comercialización (electricidad, hidrocarburos, gas), con el fin de asegurar los suministros y establecer las condiciones para minimizar los costos de las transacciones. Se han dado algunos pasos formales y reuniones técnicas, pero es un área deficitaria. Se suscribió, a fines del año pasado, el Acuerdo Marco de Complementación Energética entre los miembros plenos y asociados del Mercosur (excepto Bolivia), protocolizado recientemente en la Aladi, y la Comisión Interparlamentaria acordó impulsar la creación de un Banco Energético.
Un tercer sector es el de comunicaciones e integración digital, una materia en la que hay muy escasos avances y que resulta fundamental para ampliar la interconexión de sistemas y armonizar normas para potenciar el comercio electrónico regional y el apoyo digital a la logística del transporte, los desplazamientos de personas y de carga.
Un cuarto eje es la protección y uso sustentable de los recursos hídricos, cuestión estratégica poco o nada abordada por los organismos de integración. En América del Sur somos, en cierto modo, privilegiados en recursos hídricos, pero se requiere garantizar la sustentabilidad. Además de los ríos, los lagos y los humedales protegidos por la Convención Ramsar (nueve de ellos en Chile), se cuenta con la tercera reserva mundial, el denominado "Acuífero Guaraní", un sistema de agua subterránea que abarca 1.200.000 km2 bajo la superficie de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. Contiene 37.000 km3 de agua parcialmente aprovechada por los países del Mercosur. Las investigaciones y estudios destinados a su utilización racional forman parte del megaproyecto Protección Ambiental y Desarrollo Sostenible del Sistema Acuífero Guaraní, con fondos del Banco Mundial, la OEA, agencias internacionales y de los países miembros. Es importante destacar la necesidad y urgencia de cooperación en una materia tan delicada, anulando así las hipótesis de conflictos futuros que se dan por las mismas causas en otras latitudes. Chile, con experiencia en manejo de recursos hídricos y avances normativos, pero a la vez con un potencial de demanda creciente de agua para ciertas zonas, debería vincularse cooperativamente al proyecto.
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