martes, abril 11, 2006

Humala, Morales y Chile

Por Sergio Molina, Cientista politico boliviano y analista de la consultora imaginacciónSergio Molina
Fecha edición: 11-04-2006
Si algo caracteriza la situación política en Perú después de las elecciones del domingo son las sensaciones (y en el mundo de la política y la economía éstas son tan importantes como los datos): crecimiento sostenido y ánimo victorioso por parte de Humala; depresión y derrota en la campaña de Flores (llegó a tener el 40% de la intención de voto y hoy disputa el segundo lugar); finalmente, sobrevivencia política para García, con la segunda bancada parlamentaria y aún posibilidades estadísticas de seguir en la competencia.
Sin embargo, ahora hay que barajar y dar de nuevo: observar si el establishment y los partidos "sistémicos" se alinean tras una sola candidata o candidato, si los sectores rurales y marginados repiensan sus opciones por el ex militar ahora que es en serio y si éste es tan inmune a las balas de la guerra sucia como parece. Pero de la infinidad de conclusiones que se pueden sacar de este proceso en desarrollo rescatemos las similitudes que hay entre lo ocurrido en Bolivia en diciembre, cuando ganó Morales, y el proceso político peruano. Y es que ahora podría renacer una pesadilla que dejó sin dormir a muchos militares chilenos hace algunas décadas: la posibilidad de que se selle una alianza militar entre Perú y Bolivia si Humala gana las elecciones.
La situación está muy lejos de un escenario como el que se vivía en los 70 (cuando se incluía a Argentina en ese triángulo). No sólo porque Chile ha dado un salto económico y militar sin precedentes, sino porque pensar en una internacional de izquierda en la que participarían esos países es insostenible desde cualquier perspectiva. Convengamos que las diferencias entre un indigenista de matriz marxista como Morales y un militar anticomunista como Humala son mayores que sus coincidencias.
Existen, sin embargo, elementos comunes. Ambos han participado en procesos electorales y los dos han ganado con las reglas del juego democrático, creen que debería haber una mayor participación del Estado en la economía y buscan el control más estricto de las empresas privatizadas, incluso su reversión a manos públicas. Además, tienen aspiraciones refundacionales y cierto sentido mesiánico de la política. En ese último entendido se comprometieron a realizar sendas asambleas constituyentes (en Bolivia, su convocatoria está en curso y en Perú será un hecho si Humala gana las elecciones). Pero al margen hay un elemento central que no debería ser subestimado: tanto Bolivia como Perú son países sociológicamente de izquierda y culturalmente antichilenos. Eso sí, cada uno a su manera, y en ese matiz está el secreto de la comprensión del fenómeno.
Si hay políticas de Estado que difieren en el caso de Bolivia y Perú, se refieren a Chile. Se dirá que en ambos prima la política interna por sobre las relaciones internacionales o que cada gobierno tiene una postura diferente según sean las circunstancias. Pero si se miran en profundidad, en lo que respecta a Chile las posiciones de ambos no han variado un ápice. En el caso de Bolivia, una salida libre, soberana y útil al mar (de forma histérica durante el gobierno de Mesa; más neurótica en el de Morales). En el peruano, con sentido casi elíptico: las críticas a una supuesta carrera armamentista o la revisión de límites marítimos significan más bien aspiraciones sobre la Región de Tarapacá y la negativa a perder una de sus fronteras en caso de que prospere la cesión de una franja territorial.
Si en política existieran las matemáticas, el teorema sería el siguiente: el antichilenismo peruano será inversamente proporcional al grado de amistad que surja entre La Moneda y el Palacio Quemado. Es que al margen de los lazos culturales e históricos sobre los que coexisten Bolivia y Perú, incluso antes de la independencia, de por medio hay un mar de diferencias (y no sólo en sentido figurado).
Eso significa que las relaciones entre las tres naciones tienen menos que ver con anécdotas de política interna (unos miles de chilenos gritando mar para Bolivia, un canciller altiplánico que cree que la coca debe suplantar a la leche o el nombre del futuro Presidente de Perú) y mucho más con temas de Estado y factores estratégicos para el siglo XXI (precisamente, los que hoy dividen al mundo): agua, energía, inversión extranjera e inmigración. Nada más alejado a la Confederación del siglo XIX, pero un desafío de similares proporciones.2_199785925,00.html

1 comentario:

  1. Hola... que bueno que pusiste este artículo... es viejísimo pero me encantó encontrarlo en tu blog.
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    Un abrazo

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